Emulando o emulándonos
¿El auténtico usuario es el que usa la máquina y compra las nuevas producciones? ¿Aquél
que no lo hace se puede considerar un simple casual? Controvertido tema.
Desde mi punto de vista los emuladores han hecho y hacen un gran servicio a la comunidad
de usuarios. A muchos de nosotros nos sirvieron en su momento para reengancharnos al
mundillo del Spectrum, después de tenerlo dejado desde la desaparición comercial del
ordenador ¿Quién no recuerda la aparición del emulador de Pedro Gimeno?. A otros les
sirvió para conocer qué era el Spectrum y subirse al tren. Y en el ámbito general sirven
para que la escena tenga movimiento, ya que no podemos negar que gran parte de esta
sensación, no sé si real o irreal, de que nuestras máquinas siguen vivas la dan eventos
como el Speccy Tour, que no se podría jugar con una máquina real; o las actualizaciones
de los diferentes emuladores, incluyendo la adición de nuevas características a los
mismos. Todo ello sin dejar de lado una de las labores más arduas que poco a poco vamos
consiguiendo: la preservación del software, que si bien para convertir las cintas de
audio analógico a un formato digital como el TZX o el TAP no son necesarios, sí lo son
para probar que están realizados con corrección.
Tampoco podemos obviar la comodidad que nos ofrecen. Si tenemos unos minutos para jugar
una partida a nuestro juego favorito nos puede hacer desistir de ello el hecho de tener
que montar todo el tinglado de cables que supone poner en funcionamiento el ordenador,
ya que muchos no disponemos de espacio para tenerlo eternamente sobre la mesa.
¿Y las diferentes características que hacen más interesante su uso? Grabación de nuestras
partidas pudiendo visualizarlas con posterioridad. Introducción de diferentes trucos
para los juegos, uso virtual de periféricos que no tenemos o no podremos conseguir
nunca, facilidades a la hora de programar, y un largo etcétera que podemos seguir
enumerando durante un buen rato.
No debemos olvidar una de las razones de más peso para no poseer o utilizar la máquina:
la economía. Basta dar un vistazo a las páginas de subastas en Internet o las páginas web
que se dedican a la venta de material retro y podremos apreciar los desorbitados precios que
tiene cualquier material relacionado con nuestro hobby, lo cual hace temer una posible
avería de cualquier elemento del hardware.
Pero dejando de lado las virtudes y defectos de los emuladores, que cumplen con su
cometido dependiendo del uso que les demos, la cuestión de si una persona determinada es
más o menos fan, seguidor, usuario o integrante de una escena no debe ser calibrada en
función de con qué medios disfrute de ella, sino del mismo disfrute que llegue a
alcanzar, ya sea utilizando lo existente o aportando su granito de arena colaborando con
los proyectos vigentes o incluso iniciando alguno nuevo.
Es indiscutible que la sensación que tendremos jugando al Manic Miner o al Jet Pac en un
Spectrum con su teclado de gomas no la conseguiremos en un emulador sobre PC o en un
teléfono móvil, pero ello no quiere decir que no seamos merecedores del placer de una
partida a estos míticos juegos.
Podemos sacar la conclusión de que tanto unos como otros, los que defienden el uso a
muerte de la máquina como los que utilizan emuladores o incluso los que usen ambos
sistemas según interese, son seguidores y usuarios reales de un sistema que, aunque
desaparecido comercialmente (salvo para los especuladores que ponen precios abusivos a
la hora de venderlos), sigue vigente a la hora de dar largos momentos de placer
lúdico.
Dejando sentado, desde mi humilde opinión, que todos somos usuarios, otra cuestión que se
nos plantea es si estamos obligados a comprar todas las producciones que se hacen o se
harán en un futuro para nuestro sistema favorito, aunque por el momento sean pocas y las
que tienen carácter gratuito, con alguna honrosa excepción, no parezcan más que mero
vaporware.
De igual manera que antes nos comprábamos los juegos de determinado género por el simple
razonamiento de que nos gustaba, no veo motivo para comprar algo ahora que no nos guste,
aunque sea el único software que se cree. Y por supuesto sin incluir el parámetro de la
calidad, que para comprar El Hobbit versión 2004 sin los gráficos, por poner un ejemplo,
tenemos la versión de Melbourne House con unas descripciones de las diferentes
localizaciones bastante buenas. Y así con otros cuantos miles de juegos, que hacer algo
realmente original respecto a lo ya existente es complicado, y que un juego sea novedad
no puede ni debe justificar la compra indiscriminada del mismo aunque a los autores les
alegre el día.